Etto.... este es un relato que me saqué de la manga en el último momento para un concurso y como fue en el último momento llegué tarde a la entrega (¡Viva yo!). En fin... pues... que si lo queréis leer... pues... eso...
Anti-San Jordi
Hoy no me quiero levantar.
No
me quiero levantar porque me acabo de dar cuenta de algo importante: Las
relaciones a distancia son un verdadero asco.
Especialmente cuando tu novia
está de Erasmus en Estocolmo rodeada de rubios que miden un metro ochenta y
cinco y se parecen a Thor; y tú eres una versión escuálida de Harry Potter que
no llega al metro setenta si no es con mocasines y estás en toda tu diminuta
gloria atrapado en Barcelona haciendo de becario, sin cobrar.
Sí, hay Skype, hay Whatsapp, hay email. Lo sé. Pero también hay fotos de Facebook que
muestran fiestas descontroladas en bares hechos de hielo y montones de Likes de chicos llamados Lars.
Sí, sé que cada vez que
hablamos se despide con un ‘te quiero’, pero a veces es difícil no desesperar.
Sobre todo un día como hoy.
23 de abril: San Jordi.
La
verdadera festividad de los enamorados.
Nada de ese rollo comercial de
San Valentín patrocinado por las ofertas del Corte Inglés y los Nestlé caja
roja.
Eso no es amor.
Amor es patearte toda la Rambla
Catalunya, aguantando el calor y el gentío viendo puesto tras puesto hasta
encontrar la rosa más bonita, más roja y más fresca de toda Barcelona. Amor es
hacer cuatro horas de cola para que Ruiz Zafón te haga un garabato porque sabes
que al padre de tu novia le hará mucha ilusión y, por asociación, tu novia va a
saber que eres un tipo sensible y amable que tiene detalles bonitos.
Pero hoy, nada de nada.
Debería estar contento. No me
pisarán señoras que van como locas a ver a la Belén Esteban (me reservo mi
opinión sobre que esta mujer sea una superventas), no tendré que armarme de
valor para aguantar la tentación de comprarles rosas mustias a los grupos de
niños de segundo de la ESO que quieren pagarse el viaje de fin de curso, ni
tendré que exponer a mi sistema olfativo a ese hedor que es el sudor colectivo.
Además, con el dinero que no me gaste en la rosa podré irme al cine con los
colegas a ver la nueva de Schwarzenegger con palomitas y refresco incluidos y sin
sentirme culpable.
Juan, Miguel y Borja, tres de
mis buenos amigos, también conocidos en nuestro grupo como Los Tres Solteros,
estarán encantados. De hecho, llevan desde ayer dando brasa por Whatsapp:
He perdido la cuenta de los
chistes que han colgado sobre qué pesadas son las mujeres y el coñazo que pueden. Y he ignorado siete veces la pregunta: Mañana plan de tíos Anti-San
Jordi, ¿no?
Pobrecitos, debería apiadarme de
ellos y sacarlos a pasear. Plan de tíos: Vamos a la tienda de videojuegos,
tomamos unas birras y luego la peli. Debería hacerlo porque mis amigos me dan
un poco de pena. Pero, por desgracia, no me dan tanta pena como me doy yo a mí
mismo.
Llevo tres meses y veintiséis
días sin ver a mi novia. Lo cual significa que también llevo tres meses y
veintiséis días a pan y agua. Pero no es sólo eso. También llevo tres meses y
veintiséis días sin estar tumbado en el sofá con mis pies sobre su regazo
mientras ella lee artículos de astrofísica en voz alta (porque así le entran
más). Yo soy de letras así que todo lo que dice me suena a suajili pero la
pasión con la que lee es encantadora. Es
capaz de hacer que una receta de puré de patatas suene apasionante. Tres meses
y veintiséis días sin recibir una llamada ansiosa de: ¿Has visto mi clip con
forma de luna/corazón/estrella/flor/mariposa/fresa?
Tengo una cajita de latón en mi
mesilla de noche con todos los que he ido encontrando. Dos corazones, una
margarita, una especie de espiral naranja, un paraguas azul y un lazo a rayas
blancas y verdes. Nos que abra la caja cada noche antes de ir a dormir...
Mi madre la abrió un día pensando que allí guardaba los
condones, la muy fisgona. Cuando descubrió lo que era en realidad salió de mi
cuarto para contárselo a mis tías y a la abuela. Desde entonces las comidas
familiares son un auténtico suplicio lleno de pellizcos en las mejillas,
caricias en el pelo y ohhhhhs exagerados.
Pero lo peor es lo mucho que la
echo de menos. Especialmente hoy.
Porque es nuestro día.
Hoy hace dos años, ella me
regaló El Resplandor de Stephen King
del que yo no dejaba de hablar después de haber visto la película y al
recibirlo salí corriendo a comprarle la primera rosa que encontré. Estaba
bastante abierta, la espiga se caía a trozos y me costó dos euros en el puesto de
unas chicas que ya estaban cerrando. A ella no le importó. Me lo agradeció con
nuestro primer beso.
Dios. La echo de menos.
Decido levantarme y abrir el
portátil. Son las siete y media tanto aquí como en Suecia. Con un poco de
suerte estará en Skype. Ah, no que hoy tenía no sé qué
laboratorio de prácticas a las ocho.
Me vuelvo a la cama con el
portátil. Tal vez sea hora de resignarme y unirme al Anti-San Jordi. Miraré los
horarios del cine.
Pero primero abro el correo, tengo
que escribirle algo bonito, aunque sólo sea: te echo tanto de menos que hoy no
me quiero levantar.
Tengo un email suyo.Titulado:
No hay dos sin tres (y luego cuatro y cinco y seis) ♥
El mail está vacío. No hay ni
una palabra de texto. Ni siquiera una firma.
Pero sí un archivo adjunto: Doctor Sueño.epub
Mi novia me ha regalado un
libro por San Jordi… estando en Suecia.
Ahora sí que me quiero
levantar. Dejo el portátil sobre la mesa, cojo el móvil y le mando un mensaje a
mi jefe diciendo que tengo fiebre. Y otro a mis colegas diciéndoles que se meten el Anit-San Jordi por donde no brilla el sol.
Me preparo una buena taza de café y me coloco
de nuevo frente al ordenador. Abro el Google.
Le voy a llenar la bandeja de entrada
de rosas virtuales. De todos los colores y tamaños. Pintadas y fotografiadas. Y
incluso alguna de esas animadas con estrellitas que parpadean. No voy a parar
de mandarle rosas hasta que me llegue ese mail que dice que la bandeja de
entrada está al máximo de capacidad.
Y
si algún Lars quiere mandarle un mail para preguntarle algo de clase, que se
joda, yo la vi primero.