Estas medias de Totoro.
Al llevar este tipo de medias se multiplican por diez los comentarios vulgares cuando vas por la calle.
Pero ahí estaban las medias, a buen precio y a mi alcance y me dije: me gustan, las quiero, me apetece llevarlas.
Al día siguiente me las puse para ir a comer a casa de mi madre. Y en el trayecto de cuatro minutos entre mi casa y la estación de metro me hicieron 3 comentarios, uno de ellos, especialmente vomitivo. Pero fue el primer señor el que me provocó una rabia inmensa. Esa alimaña, me soltó: "¡Uy!, lo que llevas puesto, guapa".
¿Lo que llevo puesto?
¿Lo que llevo puesto?
ARE YOU FUCKING KIDDING ME?
Discúlpeme, señor, pero podría ir en tanga y taconazos y aun así usted no tendría derecho a decirme nada ni a mirarme cómo lo hace.
No llevo medias de Totoro para provocarlo a usted. Y ya que estamos en ello, si le pone una mascota gigante de una película de animación, tal vez necesite ir a buscar ayuda especializada.
Llevo medias de Totoro porque son monas con ganas y me gusta llevar cosas monas. Para mí. Me gusta ponerme cintas en el pelo, collares de relojes y llevar zapatos de estampado escocés. Para mí. Y sí, de vez en cuando me gusta ponerme un vestido escotado porque me queda muy bien y me hace sentir guapa. Para mí.
No pienso disculparme.
No estoy haciendo nada malo.
No estoy pidiendo piropos guarros, y, desde luego, NO ME LO ESTOY BUSCANDO.
El mundo avanza pero los machos cabríos necesitan darse cuenta de que tienen actitudes que pasaron de moda en el Neolítico.
Volviendo a ese fatídico día, al salir del metro, otro hombre me hizo un comentario. Me dijo ese ya muy sobado: "Lo yo que te haría, guarrilla".
Normalmente sigo andando recto, con la mirada alta y paso firme, como si solo oyera el viento. Pero ese día eso no me bastó. Así que me paré y me puse delante de él.
"¿Qué me harías?" le dije.
El tipo se quedó de piedra. Le repetí la pregunta. Se la dije tres veces, hasta que bajó la vista al suelo. Entonces me permití devolverle el cumplido. "Eres patético".
Después me di la vuelta y fui a buscar mi transbordo. Intenté caminar firme pero el corazón se me salía por la boca y me temblaban las manos. Pero lo hice. Y quiero creer que ese idiota de Plaza España se lo pensará dos veces antes de volver a decir chorradas.
No pretendo cambiar el mundo, no pretendo dar lecciones, generalizar o hacerme la mártir, pero me niego a dejar que energúmenos me impidan vestirme cómo quiero. Me niego a que me hagan bajar la vista, sentir vergüenza o miedo.
Me gustan mis medias de Totoro y me las pongo. Y punto. #TrueStory
¡Buff! Ahora me siento mejor.